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En el campeonato del mundo de fórmula 1 apenas hay margen para las sorpresas: si tu coche es tan bueno como lo fue el Red Bull los últimos cuatro años o como ahora lo es el Mercedes, tardarás más o menos pero terminarás delante la mayor parte de las veces. Nos cansamos de verlo con Sebastian Vettel y Mark Webber al volante de los bólidos del búfalo rojo y la historia se repite este 2014 cada vez que salen a la pista Nico Rosberg y Lewis Hamilton, en su caso metidos dentro del W05. Una de las mayores remontadas de los últimos tiempos la protagonizó Vettel hace dos años en Abu Dabi, donde arrancó el último y terminó el tercero a base de serpentear por entre el pelotón y quitarse 21 rivales del medio. Este domingo en Hockenheim, la exhibición de poderío fue a cargo de los dos pilotos de la marca de la estrella, que corría en casa y que sacó tanto pecho como pudo.
Rosberg lo tenía todo de cara para llevarse su cuarta victoria de la temporada porque arrancó desde la pole y porque su vecino de taller lo hizo desde las catacumbas de la parrilla por un problema en uno de los discos de freno el sábado. No obstante, Hamilton se reencontró con su colega en el podio gracias a otra de sus exhibiciones, el enésimo ejemplo de esa determinación que le caracteriza y que le ha hecho grande. Salió el 20º y dos horas más tarde cruzó la meta el tercero, prácticamente subido en el Williams de Valtteri Bottas, que sube por tercera prueba consecutiva al cajón. Fernando Alonso terminó el quinto después de darse cera la mayor parte del tiempo con Vettel (cuarto) y Daniel Ricciardo (sexto).
Rosberg está en racha. En menos de 15 días se ha casado, ha celebrado el triunfo de Alemania en la Copa del Mundo de fútbol y ha renovado su contrato por Mercedes aumentando considerablemente sus ingresos, que pasarán a ser de 55 millones en tres años (2015-2017). Al corredor de Wiesbaden le sale todo y quiere aprovecharlo porque no sabe hasta cuándo durará esta suerte. Su inercia es diametralmente opuesta a la de su compañero, que va acumulando desdichas pero que allí sigue, pegado a él. Esta vez fueron los frenos los que condenaron a Hamilton para suerte de la hinchada, que prefiere verle correr como si no hubiera mañana.
Cuando el británico se viste de tiburón nadie está a salvo. Ni los que comparten pista con él ni los que le ven por la tele. Parpadeas en la salida y adelanta a tres (Massa, Magnussen y Ericsson); bajas la vista (quinta vuelta) y caen dos (Gutiérrez y Grosjean), y a la que te descuidas ya circula el tercero (21º giro) tras haber engullido 17 coches y martilleando el cronómetro y los pedales. Poco le importa quedarse sin gomas o casi sin alerón delantero a causa de un roce (Button), y tampoco especulará con los frenos aunque haya decidido cambiar de marca de un día para otro, para tratar de evitar que la desgracia del sábado se repita. Los hay que necesitan varias pruebas para adaptarse al tacto; él lo hace sobre la marcha y a toda mecha, mientras va descontado oponentes hasta colocarse el tercero, a medio segundo de Bottas a falta de seis vueltas. Si finalmente no le superó fue porque sus neumáticos agonizaban, porque el Williams del finlandés es un torpedo en las rectas y porque no tenía demasiado sentido hipotecar un botín tan sudado.
Superado el ecuador del Mundial, las cosas apenas han cambiado para los dos principales opositores a la corona. Entre ellos solo hay 14 puntos a falta de nueve grandes premios y hay que tener en cuenta que el último vale el doble. La igualdad que hay entre Rosberg y Hamilton y el abismo que les separa del resto lleva a pensar que la gresca se resolverá el 23 de noviembre en Abu Dabi para disfrute de Mercedes.
Fuente: http://deportes.elpais.com/deportes/2014/07/20/actualidad/1405857179_619966.html